Los plásticos se han convertido en un elemento indispensable en el proceso de manufacturación de los envases para los alimentos que consumimos cada día. El uso de estos materiales representa ventajas desde el punto de vista económico para los fabricantes y transportistas, así como también practicidad para los consumidores. No obstante, un número cada vez más creciente de evidencias apuntan a que el uso de estos polímeros en artículos en contacto con los alimentos conlleva graves peligros para la salud humana (Thompson et al. 2009 y Halden 2010 presentan extensivas revisiones sobre el tema). Numerosas investigaciones hechas durante las últimas décadas han demostrado que los plásticos son una fuente de contaminación de los alimentos, ya que se produce una permanente migración de sustancias desde los empaques, bandejas y cubiertas plásticas hacia los líquidos y los alimentos contenidos en ellos (Lau & Wong 2000, Begley et al. 2005, de Fátima & Hogg 2007, Wagner & Oehlmann 2009, Yang et al. 2011). La cantidad de sustancias que migran y la toxicidad específica de las mismas son los dos factores que determinan el riesgo del material plástico para la salud humana. Estos valores son usados por la Organización Mundial de la Salud y cambian periódicamente de acuerdo a los últimos avances en el conocimiento de los peligros de diferentes sustancias contaminantes. A pesar de que se usan más de 30 tipos diferentes de plásticos en los envases empleados en alimentación, dentro de los más estudiados se encuentran los diésteres de ácido ftálico (comúnmente llamados ftalatos), bisfenoles y éteres de difenil polibromado (Aurela et al. 1999, EFSA 2004, Freire et al. 2006, Grob et al., 2007, Wagner & Oehlmann 2009). Se ha demostrado científicamente que todas estas sustancias actúan como disruptores endocrinos en humanos disminuyendo la capacidad reproductiva, incrementan las enfermedades respiratorias, metabólicas y de tiroides, así como también se asocian a diferentes tipos de cáncer (algunas referencias relevantes: Simoneau et al. 1999, Dionisi & Oldring 2002, Duty et al 2003, Latini et al. 2003, Leclercq et al., 2003, Hoppin et al 2004, Fankhauser-Noti & Grob 2004, Toft et al. 2004, Pflieger-Bruss et al. 2004, Holmes et al. 2005, Thomson & Grounds 2005, Wonget al. 2005, Zhang et al. 2006, Hauser et al. 2007, Stahlhut et al. 2007, Meeker et al. 2007, Meeker et al. 2009). Por estos motivos existe una creciente preocupación por parte de la comunidad científica, la comunidad médica y las autoridades internacionales sobre el uso de estos polímeros en los materiales que entran en contacto con los alimentos que diariamente consumimos.
Los niños son el sub-grupo de la población más vulnerable a la acción de estos tóxicos por diferentes motivos. El consumo de alimentos por los niños es más alto, con base en su peso corporal, que para un adulto promedio. Adicionalmente, los niños tienen una mayor tasa de consumo de leche entera y productos lácteos fermentados que los adultos, incrementando el riesgo de consumo de una mayor cantidad de químicos solubles en grasas. Los límites de la cantidad de sustancias tóxicas en los alimentos y sus embalajes son comúnmente establecidos para personas con un peso promedio de 60 kilos. Por lo tanto, los límites actuales de los sistemas de empaquetado de comidas pueden ser seguros para adultos, pero son excesivos para los niños (FSA 2003, Duffy et al. 2006).
La constante introducción de nuevos materiales plásticos para su uso en alimentación aumenta velozmente el número de sustancias peligrosas a las cuales las personas estamos expuestas (Arvanitoyannis & Bosnea 2004). No obstante, tanto las técnicas para el análisis de la migración de tales compuestos a los alimentos, como los estudios científicos sobre de los riesgos reales que estas sustancias representan para la salud de la población y el cumplimiento de las normativas internacionales que regulan los límites “aceptables” de estas sustancias, no van a la misma velocidad que la industria incorpora nuevos polímeros. Considerando todas estas evidencias la comunidad científica y médica ha hecho un llamado dirigido a disminuir el riesgo de contaminación por estos tóxicos, siendo esto responsabilidad de todas las personas, familias, colegios, ayuntamientos y autoridades a todo nivel.
Breve resumen de la revisión de literatura científica realizada entre el 22 y el 27 de mayo de 2014 a través de Google académico usando las palabras: food AND plastic AND health.
Sandra Rojas-Nossa, MSc.
Profesora del Máster Internacional en Ciencias Biológicas
Universidad de Vigo
Moitísimas grazas por esta información tan precisa, clara e tan pouco coñecida sobre un risco omnipresente na nosa sociedade do consumo e do plástico.
O que me deixa especialmente preocupado é a cuestión das graxas, pois a maioría da poboación consumimos aceite distribuído en botellas de plástico. Hai algunha análise feita dos químicos que migran a eses aceites? Que alternativas temos? Desde hai moitos anos existe aceite distribuído en latas, pero teño entendido que esas latas de metal levan un verniz interior que contén bisfenol A (polo menos o das conservas, que se son en aceite… pois estamos nas mesmas! pasa con toda probabilidade ao alimento!)… así que non sei se non será peor. Queda, claro está, o aceite en botellas de vidro, pero é moi raro de atopar.
Que opinades sobre esta cuestión? Grazas.